A las diez y media de la mañana del 2 de mayo de 2002, en la capilla de Bellavista (cabecera municipal de Bojayá), explotó un cilindro de gas lanzado desde un mortero artesanal por el bloque José María Córdoba de las FARC (al mando de Noel Matta) en medio de una confrontación abierta con el Bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, cuyas tropas estaban utilizando a la población civil como escudo. El impacto y la explosión mataron a 119 personas y dejaron heridas de gravedad a otras 19 más. A partir de entonces, toda la atención nacional e internacional que podía atraer el Chocó, se concentró en esa única población de modo que se invisibilizaron todas las agresiones que la población de la región venía padeciendo antes y siguió sufriendo después de los hechos. Así mismo, el bombo de la matanza logró ocultar la sutileza de las intenciones particulares que buscan desalojar el territorio chocoano para emprender enormes proyectos agroindustriales, madereros y mineros.

Con los hechos trágicos de Bojayá se ofreció al país la idea de una confrontación entre dos actores armados ilegales que se disputaban un territorio estratégico para el tráfico de drogas y armas. Y si bien esta es una hipótesis válida, pues es una de las razones de la disputa, el problema es mucho más complejo y debe analizarse de tal manera que puedan dimensionarse los alcances de lo que sucedió y continúa sucediendo en todo el Chocó. Dedicamos este trabajo a quienes murieron buscando un país mejor y a los vivos que sueñan con una Colombia humana.

Hace parte de la colección Teatro Colombiano. Se encuentra en el empaque de la colección.